Un jardín infinito
Me cuesta encontrar las palabras que expliquen lo que significó para mí el videojuego Manifold Garden. Comenzaré, por lo tanto, a contextualizar el juego: su creador es William Chyr, un artista, diseñador y profesor de Chicago.
Puedes escuchar el post narrado (por mí) aquí
Obsesionado con las formas arquitectónicas imposibles y fuertemente inspirado por la obra de Escher, William concibió un universo infinito donde lo geométrico constituye un jardín recurrente que es posible recorrer gracias a un bucle estructural y una gravedad cambiante. Ante todo, es un juego de puzzles: como jugador recorres, en primera persona, los laberintos de un mundo formado por líneas y colores que forman escaleras, pasillos, paredes, edificios, fuentes y árboles, que son a su vez las piezas de los rompecabezas que te permiten avanzar en el juego. El objetivo es claro: salvar el jardín infinito de la oscuridad que lo acecha, haciendo que recupere su naturaleza y esplendor.

Es un juego sin horizontes y sin barreras: siempre se puede ir más allá, aunque eso conlleve girar sobre uno mismo. Recorrer el mundo se convierte en una mecánica, como manipular la gravedad o transportar cubos de un sitio a otro. Ante este escenario, el jugador recorre los niveles y se enfrenta a distintos puzzles, descubriendo nuevas mecánicas por el camino.
Este juego me explotó el cerebro, no porque sea complejo, sino por lo bonito que es de jugar. Como jugadora, me gustan los juegos de puzzles, pero es que este juego es un paraíso de arte digital que me cautivó desde el primer momento. Hace más de diez años que se publicó, pero es un juego por el que no pasa el tiempo, una joya de los juegos indies que merece la pena jugar.

Hay muchos otros juegos inspirados en el arte de Escher, como Superliminal o el famoso Monument Valley. Es una estética que a mí, personalmente, me resulta muy atractiva. Me recuerda también al estilo de Ana Galvañ, y aprovecho para recomendar su cómic “Pulse Enter Para Continuar”, de Apa-Apa cómics”. No sé qué tiene esta estética que tanto me atrae, pero el punto en común es clave: el arte digital capaz de crear mundos con una vasta profundidad que va más allá de lo que podemos imaginar y que no se limita a un escenario donde existe un principio y un fin.

Como jugadores, estamos acostumbrados a empezar en un punto de partida, avanzar, y llegar al final. De recorrer un mapa descubriendo nuevos lugares. De tener que pasar varias veces por el mismo sitio, pero siempre en un contexto delimitado por una frontera que, si bien es visible o invisible, está definida. El Manifold Garden consigue crear un oasis autocontenido y al mismo tiempo sin horizontes, un mundo sin mapa, donde perderte y encontrarte rodeado de una naturaleza geométrica que lo abarca todo.
Con este post no pretendo recomendar el juego, sino simplemente compartir lo mucho que lo disfruté y cómo sigo pensando en él a día de hoy. No sé si puede alguien enamorarse de un juego pero, definitivamente, tengo un crush con el Manifold Garden.
Recomendaciones
- Podcast “Marea Nocturna: Cine cuántico y mundos posibles en la pantalla”
- Entrevista documental con William Chyr hablando de cómo surgió la idea de Manifold Garden
- Conferencia de William Chyr hablando del juego