La lectora paciente
Una entrada dedicada a mi estantería kallax
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Hace años que no uso Goodreads, ni ningún otro sistema, digital o analógico, para hacer una lista de mis lecturas. Ni para puntuarlas, ni para escribir una reseña aunque sea para mí. La verdad es que hacer listas de más de tres elementos me produce cierta incomodidad, tensión e incluso carga mental, aunque se supone que sirven para, precisamente, liberar el cerebro. Siento, además, que limito y acoto mis opciones, y lo que un día anoto porque me interesa queda pronto sepultado por un nuevo interés. Y así una cosa detrás de otra.
Mi abuela tiene una libreta donde, con muy buena letra, anota los libros que se lee, le pone unas estrellitas y escribe un par de páginas lo que le ha parecido la lectura. Dice que le gusta de vez en cuando poder echar un vistazo a esa libreta y rememorar lo que ha leído. Admiro y envidio este proceso, pero he aceptado que, a día de hoy, no es para mí. Porque no soporto vivir engullida por listas de elementos pendientes, y esto aplica a libros, películas, videojuegos, series y otras tareas de la vida adulta.
Volviendo a la lectura, me da igual leer un poco más o un poco menos, o no leer absolutamente nada en un mes. Me da igual porque la lectura siempre vuelve, y el bloqueo lector desaparece de manera tan espontánea como aparece, así que cuando llega, lo abrazo hasta que se vuelve a ir.
Por eso, sigo el sencillo método de dejarme llevar, y esto no implica que sea un método pasivo. Primero, tener el proyecto de Droids&Druids ayuda a que esto suceda de manera orgánica, desde los podcasts de club de lectura hasta los chats de personas apasionadas por la literatura. Y segundo, participar en clubes de lectura, eventos literarios y presentaciones en las librerías de barrio.
Los clubes de lectura han supuesto para mí un antes y un después, porque si bien la lectura puede ser un ejercicio individual y de introspección, comentarla y compartirla es uno de los incentivos que más me motiva. En las últimas semanas he participado en varios y declinados otros, porque recordemos que el tiempo es un recurso finito. Una amiga me llevó de “invitada” al club que tiene con unos amigos, donde leyeron por primera vez a Úrsula K. Le Guin, y comentamos La mano izquierda de la oscuridad. Acudí al club de lectura de fantasía de la librería 7 héroes, donde leímos el primer libro de Aprendiz de Asesino, de Robin Hobb. Terminé El río tiene raíces, de Amal El-Mohtar, que comentaremos en el próximo episodio de club de lectura de Droids&Druids. Fui a la librería La Manzanera a la presentación de Cabra Negra, Lobo Gris, de Alejandro Rodríguez Tárraga, porque es una de mis próximas lecturas.
Tengo la suerte de haber llegado a un equilibrio en el que la lectura ni me cuesta ni me agobia, porque tampoco es un objetivo sino algo que, sencillamente, sucede.
No he llegado a resolver del todo aquello de que la lista de libros que quiero leer sea mayor a los que soy capaz de leer, así que estoy siguiendo un método nada pragmático pero sí gratificante que consiste en tener una estantería grande. Este verano leí Piranesi, una de mis lecturas favoritas de este año. Compré Piranesi porque me lo recomendaron más veces de las que recuerdo haber contado, y lo guardé en la estantería, donde permaneció durante casi dos años esperando ser leído. Me parece muy emocionante la sensación de acercarme a mi estantería copada de libros, donde hay muchos sin leer todavía, y escoger una lectura de las que tenía pendientes. Cada libro tiene su momento y ese momento es el correcto, y sé que al igual que me pasó con Piranesi, todavía hay libros ahí que me están esperando, sin ninguna prisa.
He dedicado un trocito de estantería a la particular “pila de libros” a la que tanto hacemos referencia, haciendo que deje de ser un concepto abstracto para convertirse en un concepto físico, de manera que en esa pila meto y saco los libros que me gustaría leer a corto plazo. A veces esta pila sufre cambios. Algún libro vuelve a la estantería, por ejemplo, porque ha cogido polvo y tal vez todavía no sea su momento. Ahora mismo en esa pila hay nueve libros (acabo de darme la vuelta para contarlos) y por el momento va a seguir así. No quiero listarlos todos, pero sí mencionar dos que me interesan mucho, y ambos son ensayos. El primero es Sobre la belleza: entre la venus y el cyborg, de Naief Yehya. Y el segundo, Las redes son nuestras, de Marta G.Franco.
Mientras escribía esta newsletter, me venía a la cabeza este artículo de Marta Trivi: "El manifiesto de los jugadores pacientes". Por un lado, porque del mismo modo que me sucede con los libros, me pasa con los videojuegos. Y por otro, porque ese ansia lectora en muchas ocasiones resuena con la necesidad consumista de absorber el contenido reciente y de manera inmediata. Salvando las distancias, ya que la industria del videojuego y la industria literaria difieren en infinitos aspectos. Pero no dejan de ser un bien cultural de consumo y desde ese punto de vista, esta necesidad de adquirir lo último, de estar al día, de no tener tiempo, de que supongan una inversión de este tiempo y también de dinero, del hype de la novedad y de poder participar en la crítica colectiva aprovechando el momentum, es la misma. Por eso me quiero permitir extrapolar el concepto de “jugador paciente” que menciona Marta en su artículo al de “lector paciente”. Me gusta pensar que soy una jugadora paciente y una lectora paciente.
Recomiendo la lectura completa del artículo y destaco, para terminar, la siguiente frase:
Somos muchos los que vivimos abrumados por un sistema basado en el consumismo y la inmediatez; una industria concentrada en hacernos creer que la diversión solo viene de la compra.